martes, 17 de abril de 2012

¡Señor, aplaca tu ira!

La gente cree que esto de los temblores o terremotos es de ahora y que este es el último año que le queda al ser humano de existencia en la Tierra. Pero desde chicos nos han estado jodiendo con el tema, recuerdo en los años ochentas del siglo pasado ya se decía que el fin del mundo sería el año dos mil, que vendría el Papa negro y luego que el mar se iba a salir en Lima hasta el cerro San Cristobal y que el Callao iba  a desaparecer...

Efectivamente se han sucedido una serie de cataclismos de mayor o menor intensidad y repercusión, pero Lima sigue ahí igual de destartalada, algo más pituca en ciertas zonas pero por otras igual de cochambrosa que siempre. Sin embargo nadie como mi madre para pensar que cada vez que hay un remezón, por pequeño este sea, se van a abrir los siete sellos en el cielo o va a aparecer la bestia persiguiendo a una mujer embarazada y que las estrellas se van descolgar del firmamento...

Eso sí esta santa señora ha seguido al pie de la letra todas las indicaciones de Defensa Civil en estos casos, sobretodo en lo que se refiere a guardar alimentos, agua y otros víveres por si ocurriera algo que obligue a salir de sopetón de la casa, creo haber visto hasta un casco de minero con una linterna por si nos quedamos enterrados, y ella es de las primeras que obedece a los simulacros de sismo que se llevan a cabo en el barrio y la primera en dar indicaciones señalar círculos y lugares para resguardarse en caso de algún siniestro...

Sin embargo el resto de la familia somos más bien flojos y desganados a la hora de estos simulacros, mi padre se queda viendo su tele (y si son más de las nueve de la noche ya nadie lo mueve de la cama) y nosotros igual, si acaso salimos a la ventana a mirar como se mueven los demás y todo termina en una chachara general y rajar del vecino o vecina de turno...todo hasta que cierta vez estaba yo viendo la tele en la sala de nuestro antiguo hogar de la Av. Brasil, serían alrededor de las ocho de la noche cuando empezó un ligero ruido luego más fuerte y luego empezaron a escucharse gritos a lo lejos, perros aullando, alarmas de carros y yo claro recordando a mi padre que siempre me pide calma en estos casos empecé por ponerme las zapatillas, subirme los pantalones y salir pacienzudamente, pasar al patio y luego de ahí resguardarme bajo el dintel de la entrada a la cocina, cuando de atrás vino la tromba humana, mi madre, mismo jugador de rugby me dio un empujón brutal que me caí al suelo a la primera, o sea, que ni en un "pogo" con Leuzemia y Narcosis juntos, mi cabeza fue a dar con la esquina de una hornilla y luego al suelo de cara, sentí luego unos pasos acelerados en mi espalda y la voz de mi madre: ¡sal de acá muchacho de miércoles!

Cuando recuperé a medias el conocimiento con la vista aún nebulosa vi afuera de la casa en el pasillo del edificio a una señora arrodillada  como si estuviera en una mezquita orando y alcance a escuchar: ¡señor, aplaca tu ira...!, era mi mamá, para luego desvanecerme hasta que me arrastraron adentro para curarme el chichón que tenía en la sien...

Ahora si presto mucha atención a los llamados y anuncios de Defensa Civil y hasta zonas por si se sale el mar o hay un ataque interplanetario, y todo esto porque nadie sabe ¡la madre que puede uno tener al lado!, ya los saben blogueros, madre sólo hay una...¡a dios gracias!






lunes, 9 de abril de 2012

¿Huachafo yo?

Mi viejo siempre ha sido un tipo muy particular para vestir. De hecho tenía su propio sastre, tenía que tenerlo claro está, a mi hermano y a mí nos llevaba de chicos a otro de estos maestros que ya pocos deben quedar por Lima. Este se ubicaba en Jr. Leticia, allá por esas épocas pasear por esa zona del Parque Universitario era toda una aventura la verdad. Estaban los que vendían revistitas, libritos de cuentos de crímenes, de vaqueros que mi "antiguo" compraba y leía con avidez, en la casa tenía una biblioteca caleta en una gran caja; luego pasábamos por los chamanes, los que vendían aceite de culebra para aumentar la potencia sexual, y en medio de todo ese loquerío de carros, música chicha de "Pintura Roja", cantinas con aserrín en el suelo y borrachos baboseantes y ambulantes y paradas de buses interprovinciales estaba el sastrecillo valiente...

Aquel tipo me llamaba siempre la atención, parecía sacado de alguna película antigua en blanco y negro, su local igual, todos los trajes pasados de moda, afiches verdosos de pasados de "polystel", olor a tela vieja y un espejo donde me gustaba encerrarme para verme en varias dimensiones. Ah, pero él si iba bien al talle con un chaleco que parecía un repartidor de barajas de un casino, un bigote cano y poblado, ojos saltones y un peinado raro que le bailaba y siempre me hizo sospechar que era una peluca; así iba siempre, más un centímetro en el hombro y la tiza en la oreja izquierda para presuroso tomarnos las medidas para el nuevo uniforme de colegio, era el ritual de todos los comienzos de año escolar...

La verdad no sé para que carajo nos llevaba mi papá si siempre usábamos los mismos tipos de pantalones. Lo particular de estos eran que según su costumbre, uno primero se pone los zapatos y luego los pantalones, por lo que estos últimos debían tener la boca ancha para poder pasar el pie con los zapatos por ahí. Luego venía los más ridículo, los parches, sí, le ponía dos parches, uno en cada rodilla, para que si se rompían no comprar otros pantalones sino colocarle un parche y listo, tan elegantes como el primer día según él. No me vacilaron hasta la secundaria mis compañeros por llevar los benditos parches, eso sumado a que usaba zapatos ortopédicos, pues me etiquetaron como el "Chavo del Ocho".


Sin embargo las andanzas textiles de mi progenitor no quedan ahí, además de eso le encantaba comprarnos unas hebillas de esas doradas con una letra en medio, una gran V para mi hermano y una J para mí, aunque cierta vez se aventuró a comprarme un león que la verdad no me hubiera venido mal para mis épocas posteriores de heavy metal...

Otra vez se le ocurrió traer a casa unas calcomanías de esas que al plancharlas se te quedan pegadas en la camiseta, la verdad la idea no era mala, siempre y cuando no te ponga un águila real en el pecho con un arco iris que más parecías la parte de atrás de algún microbús o camión de frutas. O sea que vayan haciéndose la idea: camiseta blanca con un águila imperial en el pecho arco iris y estrellas más unos pantalones con boca ancha, de corduroy amarillos (marca sastrecillo del Jr. Leticia), una correa marrón con una gran hebilla (comprada al lado del ex-ministerio de educación) y la primera letra de tu nombre y un calzado ortopédico de lujo color negro muy acorde con todo el conjunto, vamos que directo a cibeles...

Mi padre es la muerte sin duda. Ya por último se le ocurrió hacer su versión de los blue jeans "stone wash", recuerdo el procedimiento: se compró una  tela de color según él azul, pero yo creo que sufría de alguna molestia visual puesto que cuando metió eso en la bañera con agua y lejía quedaron para ir a ver la procesión del señor de los milagros "mo-ra-di-tos", luego llevó la tela otra vez a aquel cienciólogo del buen vestir  de Jr. Leticia y eran unos pantalones violáceos con rayas, bueno un abstracto en toda regla, pero él "happy" con su diseño, y ya para rematarla se fue a Jr. Abancay o por ahí donde venden botas y se compró unas de "pico de pato" color también caramelo para que hagan juego, su guayabera celeste unos lentes de sol tipo abejorro y pensando que era algún ranger de texas aquella mañana al volver a casa se iba silbando cruzando la avenida Brasil  por Bolívar en dirección al Ymca e inscribirse para jugar sus clásicas "pichangas" vespertinas...

Y vamos a cerrar esta edición contándoles la vez que mi querida cabeza de ganado llegó a casa muy entusiasmado con un regalo para mí, era una camiseta, es para ti hijo, que moderna, para que la le luzcas delante de tus amiguitos, me decía casi babeando, el artículo tenía tres colores, negro arriba, rojo, y blanco abajo y la marca era "pioneer", sí, la de "el resto es silencio" y debajo llevaba un elástico, un elástico para que se asegure en la cintura y no la lleves colgando, me aseguraba, así nunca se te va a a deformar y te va a durar años de años, pensaba que la usaría años, la verdad que la usé dos minutos. Claro, no podía arruinarle su carita de felicidad al traérmela, y no podía acabar con años y años de ilusión vistiéndonos a sus anchas, pero ya era un adolescente y algo tenía que hacer, para colmo a la primera que me la puse y salí con ella, veo en un autobús al cobrador con la misma camiseta, toda desteñida y blanca en las axilas que volví corriendo a casa y la tiré en mi cama, mi madre que entendía la situación como cualquier madre, me sacó otra camiseta, me dijo que la lleve escondida y me cambie al salir, eso sí, me la ponía siempre a la hora de almorzar los domingos, fingiendo cara de felicidad resaltando la particularidad del elástico que llevaba abajo y que jugaría pelota con ella...¿pelota? se escuchó un sonido gutural en la mesa, ¡yo no te he comprado esa camiseta para que juegues pelota y la destruyas cara de bolsa!, es para que vayas a tus fiestas, para que te afanes a alguna chiquilla..., y todo esto lo decía mientras devoraba su pierna de pavo destruyendo los huesos del animal con sus potentes molares...ni caso, debía llevar la puta camiseta fashion a alguna fiesta, y miren que se me han perdido cosas, ¿por qué no se me pierde esta cagada en vez de las zapatillas all star de blogs abajo? recordé...así deduje que la única solución era que le ocurra algún tipo de accidente, la oportunidad vino ese mismo domingo, me envió por el pan y en el camino me fabriqué una pelea con uno del barrio que me quería robar el dinero del pan y en la pelea pues la camiseta pago pato, pero que el dinero y el pan estaban a salvo. Listo, premio a mi valentía:  a la semana siguiente me compró otra camiseta, pero esta vez, para mi felicidad era tan sólo azul y blanco, y sin elástico en la cintura.

Por eso si ven a un señor caminando por las calles de Pueblo Libre, con una camiseta roja de Bob Marley, unos shorts hasta las rodillas color rojo también, medias negras de pelotero desfasado y sayonaras, salúdenlo de mi parte, es mi querido viejo, así lo recordaré siempre, sin duda alguna ¡es único!




Aunque el otro día recibí una llamada y mi madre me decía si por casualidad en mi última visita a Lima no me había llevado unos calzoncillos marca "emperador" sin querer en mi maleta de viaje, pues me mire dentro de los pantalones que llevaba puesto y justo llevaba unos de esa marca color mostaza..., puede que con el tiempo mi padre haya mejorado sus gustos y no me haya percatado del detalle, o como dicen por ahí lo que se hereda no se hurta.