El tío "simbad" era la cagada. Mis recuerdos de él no son tan agradables como sus historias de embotellamientos, digno "partner" de don chapita (si si para los nuevos ese que...si si el mismo que "si no está pegado a la botella está tirado en el suelo") o de otros grandes egresados de la Universidad de las Ciencias Etílicas como son mi "compare" el sapito, grillo grande o yo mismo para que vamos a mentir, lo que pasa es que yo no me licencié porque por borracho no iba a clases...pero hablábamos del tío Simbad, del cual sólo un par de anécdotas lo muestran de cuerpo entero, vamos, julfideces, que por algo es pariente mío.
Y no son recuerdos tan agradables como la vez que en su casa emborracharon a mi padre, yo era muy niño pero lo recuerdo bien, pues para llevarme al antiguo de casa de mi tío, primero, tuve que echarme a llorar para que me hicieran caso, y en segundo, detener un taxi, arrastrarlo con ayudas de los vecinos hasta él vehículo y luego con el taxista subirlo a casa como una pesada encomienda. Pero así y todo mi padre se llenaba la boca hablando de su tío Simbad y la verdad que en esos almuerzos domingueros en mi hogar nos encantaba a mí y a mis hermanos escuchar las hazañas del tío Simbad y yo ya soñaba con emularlo...mi madre claro, al oír ese nombre entraba en pánico telúrico...
Pero Simbad era un marinero curtido en las peores y vetustas cantinas limeñas, no siempre fue así contaba mi padre, de hecho en sus años mozos decía que era el guapo del barrio ahí por la calle Luna Pizarro del populoso distrito de La Victoria, así se había afanado a la tía de mi padre, una santa señora de esas que obnubilada por el deslumbrante carisma de ese caballerete de fina estampa que años más tarde tuvo que aguantarle las ocurrencias, por decir menos, del tío Simbad...
Así una noche esa santa señora despertó de pronto dando un sobresalto, por unos ruidos como de martillazos en una pared, al despertarse de súbito cayó en cuenta que los golpes provenían del salón de su casa, de estas antiguas moradas limeñas de quincha, la cual bastaba rascar un poquito con la mano para abrir un hueco, así que imagínense el ruido de una comba con un pico lo que le sorprendería a la pobre mujer...
Al no ver a su marido en la cama y pensando que otra vez andaba de jarana por ahí cogió una escoba, ya que ese barrio no se caracteriza precisamente por el respeto a la propiedad ajena, fue acercándose con extremado sigilo y cuando llegó a la sala, vio desplazado el sofá central de la casa, el que está justo debajo del cuadro de la última cena con marco de pan de oro de madera de roble del parque de las leyendas y detrás del mueble ahí estaba el picapedrero, era precisamente el caballero de los bares, Simbad, haciendo un hueco en la pared con un martillo y cincel sin camiseta en pleno tuberculoso invierno limeño, cuando mi tía a punto de darle un escobazo reconoció a su marido pese al yeso y tierra que le cubría toda la cara y conteniendo el golpe que iba a soltar le dijo: ¡oye, demente, qué carajo crees que haces!???, a lo que él respondió: silencio..., el tesoro, estoy buscando el tesorooooo...!!!
Pero las aventuras de Simbad no quedan ahí. Otra madrugada mi tía escuchó de nuevo ruidos en la sala de su casa, tocó a la otra mitad de su cama y como muchas noches ni rastros de Simbad, preocupada que pudiera estar haciendo cualquier otro estropicio en algún rincón de la casa, esta vez cogió una correa para darle si lo volvía a ver picando alguna pared buscando el tesoro de Jack Espárrago o de Bob Esponja, y cuando llega a la sala, la escena era la siguiente: la alfombra de tigre de bengala había sido retirada, una toalla de publicidad de ron limón Bayamón estaba extendida en el suelo y tumbado en calzoncillos con lentes oscuros y un vaso con cerveza ya sin espuma en la mano derecha mientras el brazo izquierdo aguantaba su cabeza se encontraba tumbado el personaje con una sonrisa que brillaba en medio de la oscuridad del recinto...esta escena fue interrumpida cuando mi tía enciende la luz y echando rayos por los ojos y humo por los oídos grita: ¡oye borracho!, ¡¡¡¿¿¿qué haces ahora????!!!, a lo que Mr. Simbad le responde: ah, mujer, cálmate, no ves que estoy tomando aquí el sol en Acapulco, ven, túmbate a mi lado y échame un poco de bronceador antes y disfruta de este riquísimo Malibú con jugo de piña que estoy bebiendo, ahhhhhh!!!!
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