Yo era estreñido. Sí, me pasaba uno o dos días sin hacer caca, y luego cuando la hacía, parecía que estaba echando un piedrón de construcción. Así que mi padre, médico él, me daba desde pequeño unas gotitas que si bien a la larga fueron mi salvación, me hicieron más de una jugada en el transcurso de mi vida, y parece que aún hoy circulan por mi venas esas gotitas , porque se me vienen a veces unos apretones...el último fue en el aeropuerto de Barajas, justo al salir del avión, fue horrible, ya saben, esos escalofríos, esos sudores, esos latidos en el asterisco...
Llegaba algo triste de mi última visita a Lima, ya saben la familia, navidades, los amigos, año nuevo, veinte días de tragar y chupar, cualquier estómago se ofende, y no porque la comida peruana sea anti-digestiva como algún osado mozalbete se atrevió a escribir para llenarse el blog de comentarios, sino porque imagínense veinte días comiendo opiparamente: que ceviche, que cau cau, que tallarines con camarones, que bájalo con vino blanco pisco cerveza whisky, ¡no pues...!
Así salí corriendo del avión y un poco para olvidar los avisos que me daba la barriga que no paraba de sonar (y esa es otra, no habré estado afanándome a alguna chica cuando de pronto justo a la hora del beso mi estómago empieza a hacer gorgoritos) pues empecé a recordar (como le pasaba a Wan Chan Kein de la serie Kung Fú) como fueron esos primeros síntomas de laxitud estomacal y las veces que me recogieron del cole con el pantalón zurrado y las moscas persiguiéndome...
Así fue en primer grado. No llegué al baño, porque las gotitas eran tan fuertes que yo no sé, te laxabas ahí mismo de una, y salía toda la churreta, obviamente debía abandonar el salón y con la carita de pena aparecer en la secretaria para que me vengan a recoger. Sí señora, su hijito se ha cagado...que vergüenza...
Era ya primavera lo recuerdo bien, porque el sol me quemaba el uniforme y lo mojado debajo se calentaba, así que me levantaba del muro donde me sentaba para evitar las miradas de otros estudiantes y sus burlas y las moscas que me empezaban a zumbar por todos lados, más por seguir el rastro que dejaba donde me fuere a sentar que otra cosa, me fui hasta la puerta del colegio, con mi séquito de insectos detrás mío, hasta que llegaba mi madre a recogerme y repetía: ¡¿ay, este chico, pero no puedes aguantarte muchacho de miércoles?!
En segundo grado fue diferente, me salvaron mis compañeros, me entraron las ganas de cagar y felizmente esta vez el baño estaba muy cerca, pero, no tenía puerta, era un intento de baño el que teníamos entonces en esas aulas de madera, así que recuerdo a mi compañerito Hugo, colocando su mandil plomo para taparme mientras bajaba de peso y el resto gritaban reían y hacían fiesta de mi desventura estomacal...
Así cada temporada volvían las cagaderas. Pero no recuerdo una buena hasta la secundaria ya, cuando cierta tarde la profesora no me dejó salir de la clase y aún rezando no pude más y me hice...al terminar la clase, ya de salida, para colmo un profesor nos agrupo a unos cuantos, que éramos los más pillos, para hablarnos de nuestra conducta y que se yo qué más, de pronto paró su discurso y dijo: aquí viene un olor pero no sé si es de fuera o de uno de ustedes, todos nos miramos, y yo no iba a confesar claro que era yo, porque ya era grandecito para cagarme en los pantalones...
Antes de salir del colegio me fui corriendo al baño de los más pequeños para que no me descubriesen y limpiarme un poco, así que cogí papel de mi cuaderno de matemáticas (el que tenía las hojas más suaves) pero como no quedaba bien, decidí usar mis propios calzoncillos, y cuando voy a tirarlos arriba del tanque de agua ¡¡¡descubrí que no era el único que hacía esa asquerosidad, había ahí un cementerio de calzoncillos sucios...!!!. Lo ocurrido sólo se lo conté a mi amigo Ricardo y el, como buen compañero, estuvo a mi lado casi todo el trayecto, aguantando la pena y el olor, pero cuando subíamos al autobús, escuchamos: ¡ey muchachos, que subo...! era el profesor de Educación Física, al que llamábamos el "gato Felix", por la cara de felino magullado que tenía, y nos empieza a hablar y yo sólo pensaba en llegar a casa y ducharme, en eso cuando casi llegábamos a mi paradero, nos dimos cuenta que sólo los tres estábamos en la parte de atrás del autobús y todos los pasajeros se apiñaban adelante...
Bajé corriendo sin despedirme, subí las escalera de un salto y abrí la puerta tiré la mochila en el patio, voy a cruzar el comedor para ir al baño y de pronto...visita familiar, así es, unos primos que pasaban por ahí y decidieron saludar a mi madre, recuerdo les di un beso a todos, me lancé al baño a incendiar el uniforme, ducharme y rasparme bien con una piedra pómez ...
La otra fue ya cuando trabajaba en la revista CHESU!, esa vez vino con fiebre incluida, me había comido una canchita con chicharrones malograda del "ojo de uva" Roger Galván. Me vine en caldo prácticamente. Recuerdo salir otra vez volando, eran las épocas en que julfito salía con una luca en el bolsillo, así que tomé la noventa y uno, sí, todo Angamos, Ejército, Brasil...pero fue horrible, sudando frío otra vez, una y vuelta en vez los retortijones, espasmos, intentando pensar en globos de colores como aprendí en Plaza Sésamo cuando uno no podía dormir, ¿pero que va uno a pensar en algo bonito en esas circunstancias?, yo me bajo, no puedo más, y en la Av. del Ejército me bajé, fui a una universidad cercana, pero como son universidades particulares, por más que le rogé al "guachimán" no me dejó entrar el desgraciado, miré a uno y otro lado, vi al frente, uno de esos grandes tanques de cemento para guardar agua rodeado de matorrales, y vi ahí un hueco excelente para soltar amarras, así lo hice me escondí entre la floresta y justo cuando empezaba a defogar, empezaron a salir las niñas de un colegio cercano de mujeres, yo sólo me hice una pelota para confundirme en la yerba, cuando terminé cogí un periódico que me había traído de la redacción y con eso me limpié, luego rampando salí por detrás y empecé a caminar silbando como si nada...
Lo peor vino cuando me di cuenta que no tenía más dinero para el pasaje y con fiebre y crecientes retortijones amenazando con una segunda oleada, opté por subirme a otro autobús, sin dinero, ya vería que se me ocurre. Al sentarme me di cuenta que aún olía mal, qué será, que será, y de pronto veo mi abrigo y por debajo, me había dado sin querer una pincelada, al bajar, me hice el borracho, dije el clásico: ya te pagué, y dando empujones dejé atrás el abrigo, ¡oiga oiga, su abrigo!, te lo regaló compadre, por la luca que te debo...
Como ven podemos hacer un cuadro estadístico de cuándo en mi vida me han venido las peores oleadas, y sin duda alguna en esta época ya me tocaba, así, al llegar a España, bajé como loco del avión, pasando a la gente como Fernando Alonso hasta llegar a la puerta del subterráneo que te lleva de la T4 hacía migraciones y la recogida de equipaje, pero de pronto un aviso, que los trenes venían retrasados, imagínense entonces el atasco, seguían llegando aviones, seguía llegando gente y no puedes retroceder y no hay baños, una locura...la gente protestando y yo sudando frío otra vez, me puse a hablar del asunto con dos viejitas para distraerme, que cómo podía ser, que si hay una embarazada, que si hay un atentado, atentado el que iba a cometer yo si me cagaba ahí mismo, y lo pensé, pero hubiera sido peor que un etarra, me llamarían seguro "Al Cageda"..., pasaron dos trenes y el tercero fue el mío, me subí y me senté cerrando las piernas para que no se escape ni un pedito, porque ya sabemos que esos son engañosos, uno dice: voy a aflojar un poco y luego sale con sorpresa, así que aguanté valientemente, al bajar del tren miré si había algún baño, no, otra vez apiñamiento de gente, y una sola escalera eléctrica para subir, otra vez las quejas, el gentío y yo cagándome, así íbamos pasando uno a uno por ese control y luego viene migraciones, los que no somos de los elegidos, es decir de países no comunitarios a un lado, mientras los elegidos pasaban sin problemas, y yo que no daba más y el nerviosismo podría confundir a la policía con alguien que trae droga, viene de Perú, suramérica...
Puse la cara más amable que tenía y pasé sin problemas. Al salir fue el camino hacia la libertad, corrí y corrí, de nuevo pasando la gente por encima, el equipaje después, me dije, sólo pensaba, baño baño baño, como un autómata, y veo uno, voy corriendo y de pronto, puta madre, un triangulo amarillo que decía: "lo sentimos, estamos de limpieza, pase el siguiente, disculpe las..." ¡a la mierda!, me lo salté como carrera de 110 con vallas, me metí en el primero que vi y descargué todo hasta quedar hundido en la taza, me aseguré de que hubiese salido todo, y al quedar satisfecho veo a la señora de la limpieza, me arrodillé cuan musulmán en la mezquita y le pedí perdón, que era una emergencia que no podía más doce horas de viaje..., a dios gracias lo entendió, aunque no sé si lo seguiría entendiendo luego de limpiar otra vez ese inodoro...
Pero por lo menos hoy puedo escribir, que no soy estreñido, gracias papá, a ti y tus gotitas de mierda...nunca mejor dicho, de mierda.